LA EDUCACIÓN Y EL COLAPSO
DIENTES DE CEPILLO
En este blog os presentamos a Alex, un adolescente común que a través de su historia y biografía nos explicará como vivió su educación y como cambió el paradigma de la misma...
Mariona, Lídia, Mar, Irene, Emma y Yang
BIOGRAFIA, LA HISTORIA DE ALEX CUDE
CAPÍTULO 1
Érase una vez, cuando era joven y tenía sólo 17 años me di cuenta de que me gustaba pintar, sobre todo en acuarelas, dibujar y poder pasar tiempo libre con mis amigos. Las extra escolares de arte fueron una de las mejores etapas de mi vida. Aprender por mi mismo fue una de las mejores opciones que pude hacer, ya que tanto por mi contexto como por mi vida familiar no me fue fácil. Desde pequeño me interesó la literatura, el poder leer y aprender me permitió conocer la filosofía y la pedagogía detrás de la educación.
¡Uy! Con toda la emoción, me he olvidado presentarme, mi nombre es Álex, Álex Cude, y ahora el mundo es muy distinto, os contaré mi historia.
Mi infancia fue feliz. Como cualquier otra. Éramos una familia humilde, pero unida. Nos queríamos mucho. Mis abuelos vivían en casa con nosotros, no podían permitirse una residencia y mucho menos un piso. Pero a mi me parecía bien. Así cuando mis padres trabajaban en la tienda, yo no me quedaba solo. A medida que fui creciendo tuve que compaginar los estudios con mi turno en la tienda. Si yo quería estudiar más allá de la educación secundaria obligatoria, debía ayudar económicamente. Así, ellos se ahorraban pagar a alguien para reponer, y yo podría seguir estudiando.
Corría el 2020 cuando la pandemia del COVID-19 se propagó. Yo me encontraba en una época muy confusa de mi vida. Ese iba a ser el año en que iba a cumplir los 18, la edad más esperada. A mi no me hacía demasiada ilusión... pensar que dejaría de ser un niño para siempre, y convertirme en adulto, sabiendo que no había marcha atrás. Y aun sin estar preparado, era el momento de decidir qué iba a hacer con mis estudios. Debía tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, que marcarían un antes y un después. Me agobiaba esa pregunta que me habían estado haciendo constantemente a lo largo de mi vida, y de la que aún no tenía respuesta.
“¿A que te quieres dedicar cuando seas mayor?”
CAPÍTULO 2
Se supone que te haces mayor al cumplir los 18. Te dan permiso para votar, lo que considero una gran responsabilidad, para tomar alcohol, cigarros... Con 18 años nadie tiene claro su futuro, y mucho menos a lo que va a querer dedicarse el resto de su vida, subrayando que de algún modo da la impresión y tenemos asumido que cuando escoges tu camino, ya no hay vuelta atrás, condenándote de por vida a ser esa persona que decidiste ser con 18 años, porque claro, estudiarás para ello.
Tenía donde elegir, lo reconozco. Comparado con la época de mis padres o mis abuelos, mis opciones eran mucho más amplias. Al menos yo podía escoger cursar Bachillerato, y elegir entre letras, ciencias, tecnología, humanidades o artes. Y después de terminar Bachiller también cabía la posibilidad de especializarme en algo más concreto y optar por un módulo. Otra opción era la de abandonar la educación al terminar los estudios obligatorios y buscar un trabajo. El problema con esta última es que por estos años, si no tenías título, era muy difícil que te contrataran en ningún lado, y aun así, mucha gente con diploma acababa trabajando en sitios donde no se aplicaban sus conocimientos. Las oportunidades de trabajo escaseaban, y cada vez más gente se quedaba en el paro. España económicamente no iba bien. Estábamos en crisis desde hacía tiempo, y no conseguíamos salir de ella.
Se suponía que nuestra sociedad era ya otro modelo totalmente distinto al de la sociedad del siglo XX. Más que nada, eso quisieron transmitir todas las reformas, metodologías y cambios que se hicieron para distinguir la sociedad de nuestra época de la previamente vivida por mis abuelos y mis padres, controlada por la Dictadura Franquista. Hablar de la Dictadura Franquista es hablar de un pasado muy lejano hoy en día. Pero en esa época, en 2020, pese a haber pasado medio siglo, Franco seguía muy presente.
Hablar de la Dictadura Franquista es hablar de un pasado muy lejano hoy en día. Pero en esa época, en 2020, pese a haber pasado medio siglo, Franco seguía muy presente, y lo peor es que parecía que no nos dábamos cuenta. Quise hablar con mi abuela para que me contara cómo fue su educación, y lo distinta que era a lo que yo conocía. Ella, como superviviente de la dictadura, y gran defensora de las libertades y derechos, me puso en contexto exponiendo su propio caso. Me explicó que antes, de lo que denominaban educación tradicional solo existían dos líneas educativas posibles. Las posibilidades eran muy limitadas. Ella, al ser mujer, no tuvo el mismo privilegio que su hermano, y pese a ser más lista y tener más aspiraciones y ganas de aprender, no se le ofreció la oportunidad de estudiar. En esa época, se desarrolló una legislación que excluía a las mujeres de numerosas actividades, en el intento de mantenerlas en roles muy tradicionales. Si el conjunto de la población carecía de los derechos individuales y políticos propios de las democracias, las mujeres estaban mucho más relegadas aún.
Me pareció surrealista como en esa época se podía tener ese concepto de la mujer, esa educación, ese régimen político... ¿En qué momento alguien decidió que eso era lo justo y que así tenía que ser?
La educación siembra las bases de la sociedad. Dependiendo de cómo esta sea educada, el futuro de una civilización puede estar condenado. Y cualquier régimen de poder ha utilizado las enseñanzas educativas como método de dominación y control. Ya en el s XX, un teórico llamado Foucault habló sobre los diferentes métodos de dominación que se utilizaban en la educación para construir una sociedad civilizada. En sus libros él explica cómo, con distintos procedimientos disciplinarios, se conseguía controlar y corregir a los cuerpos. A través de disciplinas como la vigilancia, el castigo, el examen... se creaba una sociedad dominada, también llamada sociedad de control. Estos métodos fueron los que se impusieron a lo largo de todo el s XX y que llegaron hasta el s XXI.
En el siglo XXI, se comenzó a formar una sociedad curiosa, donde la innovación y el éxito eran los objetivos últimos. A través de una educación que potenciaba el método emprendedor, surgió un sujeto permanentemente en curso y empresario de sí mismo, y por tanto, las pedagogías imperantes respondían a políticas de empresa.
Por eso el sistema pedagógico me presionaba para que escogiera rápido qué quería estudiar, y en que basaría mi vida a raíz de ello. En ese momento, los ideales de trabajo eran ser empresario, ejecutivo, etc. Todo trabajo que proporcionara su esfuerzo a multinacionales, empresas y negocios donde las ganancias económicas serían lo primordial, por encima de cualquier valor, ya que en esa sociedad, el dinero era lo más importante.
Yo no quería eso. No quería ser esa persona que veo en el tren cada mañana vestido de traje, con la mirada perdida, que vive por el trabajo y que ni se dedica a lo que le gusta. Decidí que no iba a priorizar el dinero a mi felicidad. Me gustaba pintar, dibujar, crear, y eso era lo que quería hacer el resto de mi vida, aunque eso conllevara una vida más humilde.
Con tantas opciones, y tantos impedimentos, la elección era cada vez más difícil de tomar. Yo quería estudiar artes. Dibujar y pintar era lo mío, y notaba que tenía cierta sensibilidad en el momento de percibir el mundo. Pero aunque me gustara y disfrutara, creando y experimentando, algo en mi interior reflejaba una inseguridad que me echaba para atrás. Las míticas frases: "estudiar arte no tiene salidas", "es imposible vivir del arte", "no conseguirás tener éxito si te dedicas al arte", "no tendrás estabilidad económica", "futuro incierto", y muchos más tópicos, se me aparecieron, y ya no conseguí olvidarme de ellos. Lo que no entendía era por qué tantos prejuicios hacia las artes, u otras modalidades que no aparecen en el esquema de "lo común”.
¿Cuál era el problema? ¿Por qué el arte no era considerado una salida profesional con oportunidades?
CAPÍTULO 3
En Bachiller, descubrí otro mundo. En mi escuela había talleres de todo tipo a mi disposición, teníamos aulas inmensas con mesas movibles, así podíamos disponer la estructura de la clase como quisiéramos. Era una buena dinámica. Allí todo el mundo era distinto, pero compartía aspiraciones y sueños. Tanto profesores como alumnos formaban parte de un sistema creativo que hasta hoy en día aun admiro. Tuve la suerte de tener como profesora a la artista Laia Arqueros, una ilustradora fantástica de la que todo el mundo hablaba maravillas. Un día llegué muy pronto a clase y pude hablar con ella acerca de cómo había acabado formando parte del profesorado, a parte de ser una artista increíble. Yo le expresé las dudas que tuve en su momento acerca de qué bachillerato cursar. Me contó que desde pequeña su familia le había impulsado mucho en las artes porque era lo que quiso hacer desde que tenía conciencia, y que no tuvo impedimentos para formarse. Hablaba de que la diferencia de clases hacía más difícil que se hiciera popular y se potenciara la creatividad, y por ende la educación artística, dejando de lado la cultura. Y, que cuando esto pasaba, cuando una sociedad no apostaba por la cultura, el fracaso de esta estaba asegurado.
También me contó que había estudiado en el extranjero durante algún tiempo.
“Aunque en España, vamos un poco atrasados porque en Bélgica y Holanda tienen los talleres abiertos y se trata de una educación y unas clases con una experimentación más libre”
Las palabras de Laia me emocionaron un montón, pero por otra parte me entristecieron. La verdad es que siempre pensé que tenía ciertos obstáculos a la hora de elegir Artes por encima de Matemáticas o Lengua. De repente, me vinieron recuerdos de la ESO, mis profesores me aconsejaban que quizás las Artes no me pondrían el pan en la mesa o que no podría comprarme una casa, como ya había dicho antes, la inquietud era la misma. Recuerdo también no poder apuntarme a clases de cerámica en Primaria porque mi madre no me lo podía pagar, pero mi amigo si podía dar un taller de matemáticas extra porque se lo ofrecían gratuitamente para enseñarle más.
¿Por qué yo no podía apuntarme a mis clases de cerámica? ¿Por qué tengo que hacer números para tener pan en la mesa?
CAPÍTULO 4
Esto, me dio que pensar, seguí haciendo mi Bachiller de Artes y como ya se estaba acercando el final de curso y la selectividad, me compré una libreta de tamaño bolsillo, para apuntar qué era para mí la educación e investigar qué posibles métodos se daban en los distintos colegios, además de qué planes de estudio utilizaban. Clasifiqué los mejores colegios por mejor resultado y por su estructura de edificio, un poco al tuntún si soy sincero..., ¿Qué cómo lo sé? Pues en Google Maps si buscabas cualquier colegio, te salían fotografías de las instalaciones. Al final de todo el estudio exhaustivo me sorprendí de lo que me encontré, los patrones a veces no seguían lo esperado…(tomé algunas fotografías de este primer estudio) por ejemplo deducí que todas las escuelas a pesar de intentar destacar, seguían una metodología muy pautada, la educación se hacía monótona y parecida… cumplía unos estándares, pero no podía ser que solo hubieran esos métodos o que se catalogaron las escuelas de ese modo, tenía que haber más…
CAPÍTULO 5
Con todas las cartas sobre la mesa me puse a investigar y a desmontar y separar todas las pedagogías existentes. Ahí fue cuando descubrí las nuevas pedagogías que estaban surgiendo en esa época, como la pedagogía queer, feminista, racial, ecologista entre otras, eran pedagogías alternativas que acababan de salir, las cuales apostaban por la inclusión total de todas las personas sin importar su género, orientación sexual, cultura e ideología. Después de este descubrimiento, decidí hacerme un mapa conceptual, creo que aún lo tengo por aquí, era tan grande que casi me explota la cabeza… Cabe decir que me encanta recopilar todo lo que busco, anotar lo que me parece interesante y analizarlo de forma exhaustiva la cual yo mismo pueda comprender, nunca se sabe cuándo lo podría necesitar…
De allí, saqué algunas conclusiones. Por ejemplo, vi que no sólo influenciaba cómo te educaban sino dónde te educaban, las estructuras y la arquitectura, la pedagogía que te enseñan, y evidentemente el capital económico, el entorno familiar y la posición social de cada familia eran un punto clave para decidir si tendrías una mejor educación o no como alumno. En resumidas cuentas, en los años 20, si tenías dinero podías obtener una mejor educación ¡lo vi claramente reflejado en nuestro futuro! Se venía venir.
Ahora que me acuerdo a medio curso conocí a Ester Jordana, una profesora que también tuve durante el bachiller, ella también me influenció muchísimo y me habló sobre Michel Foucault, conocía ya parte de su trabajo, porque lo había visto por mi parte antes, aunque esta vez me di cuenta de que estaba totalmente vinculado a las estructuras tradicionales de las escuelas, sobretodo en la época de Franco como ya me dijo mi abuela… las aulas reflejaban lo que él llamaba el sistema del panóptico, ahora me doy cuenta de cómo nos distribuían por clases y qué posición debíamos adoptar como alumnos.
La educación siembra las bases de la sociedad. Dependiendo de cómo esta sea educada, el futuro de una civilización puede estar condenado. Y cualquier régimen de poder ha utilizado las enseñanzas educativas como método de dominación y control. Ya en el s XX, un teórico llamado Foucault habló sobre los diferentes métodos de dominación que se utilizaban en la educación para construir una sociedad civilizada. En sus libros él explica cómo, con distintos procedimientos disciplinarios, se conseguía controlar y corregir a los cuerpos. A través de disciplinas como la vigilancia, el castigo, el examen... se creaba una sociedad dominada, también llamada sociedad de control. Estos métodos, definidos por Foucault, fueron los que se impusieron a lo largo de todo el s XX y que llegaron hasta el s XXI.
¡Qué caos! Todo esto me provocaba un nerviosismo interno que no sabía cómo expresar... debía cambiar algo. Ester me encaminó a centrar el tema...
CAPÍTULO 6
¡Día de graduación! ¡Por fin, estaba a punto de graduarme, yo, Alex casi me había graduado! Era hora de elegir universidad, y no sabía cuál escoger. Pero…justo en una de las etapas más difíciles de mi vida, así de repente, surgió un cambio de Gobierno, el último fue abucheado por combatir muy mal la pandemia de 2020. Este nuevo gobierno se formó en el último momento en un caso de urgencia para resolver, desde mi punto de vista, de mala manera, la educación. Se promulgó una nueva ley llamada la MIE, pero todavía nadie sabía de qué se trataba.
Todas las universidades y centros educativos comenzaron a cerrar, y de repente mi amigo, el que había dado un taller extra gratis de matemáticas sabía 5 idiomas y tenía licenciaturas para impartir clases de Física, Química y Programación.
“¿Qué demonios estaba pasando?”
Os preguntareis.
Como ya he dicho, los centros educativos cerraron, tuve que estudiar por mi cuenta y me hice mayor. En el 2023, el mundo entero tenía la ley MIE, os traduzco: Microchip Implantado de Educación. El mundo entero se movía por este microchip, el cual constaba de dos fases: la primera consistía en el implante del chip a los tres años de edad; la segunda era la fase de activación la cual consistía en inyectar una sustancia llamada KIN que aceleraba la actividad cerebral en todos los lóbulos antes de activarlo. Con este implante la capacidad de aprendizaje de los niños aumentó a niveles que no os podéis hacer una idea.
Los primeros microchips que se implantaron a los niños eran de precio asequible para todos, ya que contenían la capacidad para aprender lo más básico: infantil, primaria y ESO. A partir de ahí los precios iban aumentando a medida que se querían adquirir estudios más avanzados. Así, mi primo sabía muchas más cosas que yo …¡y mira que soy 5 años más mayor!
¿Os acordáis de una serie antigua llamada Black Mirror? Pues intentaron crear algo parecido. Por desgracia, este MIE estaba muy ligado al nivel económico de cada familia, es decir, la capacidad del chip estaba condicionada por el dinero que las familias podían pagar para conseguir mayor conocimiento. Ya no había libros. La educación era puramente un negocio lucrativo.
Para que lo entendáis mejor, el chip que se implantó mi amigo, el de las matemáticas, costaba como mínimo 8.000 euros, lo que equivalía a la matrícula de cuatro años en la carrera de Matemáticas. Y el conocimiento que se transmitía al cerebro era el propio de una titulación de Matemáticas. Además, si querías saber inglés en un nivel C1, ¡¡¡ el precio del microchip se incrementaba a 10.000 euros!!!
El hecho de formar a las personas a partir de unos conocimientos ya establecidos para todos causó la pérdida de pensamiento por uno mismo. Todo el mundo pensaba de la misma forma. En tema estudiantil y cultural, esto provocó que muchas campos como la filosofía perdieran completamente su sentido. Se formó una sociedad individualista, se había deshumanizado por completo.
A partir de toda esta situación decidí utilizar los aprendizajes que fui adquiriendo durante los años y de una búsqueda de educación activa, constante, justa e igualitaria durante mi época de estudiante, la cual fomentaba una reparación de la escuela, que consistía en el desarrollo de las competencias cognitivas y las habilidades sociales y profesionales, para llevar a cabo un proceso de enseñanza y aprendizaje; en el cual el rol del estudiante era el protagonista, mientras que el carácter del profesor era puramente orientador. Cosa que permitió fomentar estrategias de aprendizaje en las cuales se integran conocimientos, habilidades y actitudes para que los estudiantes adquirieron ciertos dominios, basados en tres ejes: la sociedad, la familia y la escuela:
· Conocer los aspectos más relevantes que caracterizan nuestra sociedad.
· Identificar cuestiones sociales que inciden en la educación del momento.
· Reconocer los principales agentes y ámbitos y redes social-educativas que
intervienen en la educación familiar y escolar.
· Adquirir la dimensión social del hecho educativo y la escuela como a institución
social.
· Analizar los cambios de la institución familiar y los diferentes modelos de familia.
· Analizar las tareas del profesor, el plan de acción tutorial y el rol de maestro.
· Valorar la complejidad de las relaciones entre familia y escuela.
· Tomar consciencia de la influencia que se ejerce en el entorno cultural y social de
la escuela.
· Saber aplicar los conceptos teóricos de la asignatura en la resolución de casos
prácticos.
· Ser capaz de defender un tema educativo a partir de argumentos fomentados.
· Asumir la responsabilidad, la colaboración y el compromiso del trabajo en grupo.
Con todo esto mi intención era convertir el aula en un espacio de construcción compartida de conocimiento donde él o la docente acompañaba a los alumnos y a las alumnas en sus progresos, se los estimulara y se los llevara a ir más lejos en sus funciones. Esto significaría para los estudiantes una importante carga de trabajo individual que tendrían que administrar antes y después de clases y a demás del trabajo en grupo. Además la función del docente también ofrecería un soporte emocional para estos estudiantes y velar por el grupo valorando los procesos y animando a preservar el espíritu crítico de cada uno. Esta atención individualizada sería una parte fundamental para que la oportunidad del profesor se maximizara y ayudase al alumno a intensificar su proceso de aprendizaje.
Mi idea era que el aprendizaje se basara en una dinámica circular, en la cual los conceptos y las competencias se dejaran y se volvieran a reemprender una vez y otra pero desde puntos distintos. Además, cada elemento se presentaría como a un todo y como a una parte, relacionándolo con otros conceptos que se reconfiguraron y que también influenciaron, ya que el saber es holográmico. También tuve en cuenta las diversas estrategias didácticas y evaluativas a la hora de seleccionar mis metodologías de trabajo finales.
Un uso de metodologías innovadoras, crear situaciones comunicativas, introducir estrategias de gestión individual, hacer uso de documentos de diferentes soportes, ampliar los escenarios de aprendizaje, promocionar una dimensión internacional con diferentes propuestas de sensibilización, uso de las nuevas tecnologías pero con control…
A parte de todo esto vi que la concepción de modelo de aprendizaje y enseñanza requiere una gran participación activa por parte del estudiante… Mi propuesta fue que las clases más expositivas se impartieron en un gran grupo de alumnas, de esa manera las sesiones se podrían convertir en descubrimientos y significaciones.
Aun así, mucho de los trabajos los pensé para grupos reducidos, para que hubiera una constante conexión entre estudiantes y se pudieran ayudar mutuamente. Todo esto me recuerda a mi escuela de bachiller, la Escuela Massana, a la que le debo mis últimos años de aprendizaje presencial como estudiante: los talleres, las charlas con Laia Arqueros, las dinámicas de grupo, la experimentación… Yo no me daba cuenta, pero era una pedagogía alternativa mucho mas libre y justa, con una conexión circular entre asignaturas y una fuente de inspiración para el sistema de enseñanza del futuro.
En la escuela había un intercambio de información de experiencias y sobretodo de prácticas. Los recursos on-line por otro lado solo debían servían de soporte si no queríamos volver a caer en el chip, y solo de complementación sin que fueran totales…
Como dije, el alumno era el protagonista del aprendizaje, por eso consideré primordial que el trabajo individual fuera parte de éste, elaboré estrategias propias y motivé a mis alumnos para que pudieran plantear situaciones problemáticas y que pudieran a demás responsabilizarse por su parte.
Mi idea era entender la evaluación como a proceso continuo de corresponsabilidad y autogestión, la información no era una cosa fija de productos acabados sino un aprendizaje constante y constructivo. Quiero recordar que para mi, el módulo no es lo mismo que una asignatura, sino que es una unidad de evaluación que su objetivo son las competencias no el contenido teórico.
Mi idea era crear una escuela con un material de estudio que permitiera abordar la asignatura mediante la inclusión de todas las metodologías, activas, creativas, cooperativas… De esa forma los alumnos se implicaban y ponían en juego sus capacidades con los demás, la idea de compartir era lo más importante para mi.. Tener una mirada crítica y propia de la realidad en la que vivíamos era una de las cosas más importantes que debía transmitir, así no se volvería a caer en la inmediatez que se había dado durante los últimos años.
Tengo que decir que mi vida no ha sido fácil, pero ha sido llena, poder enseñar a los futuros alumnos a poder tener una educación mejor a poder apreciar el sentido del aprendizaje y la valoración del saber, me ha llenado de una manera que no pensaba que lo haría, poder dar importancia a las artes y a la creatividad ha sido una de las razones por las que decidí dedicar toda mi vida a la educación.
Alex murió en 2093 soñando por una sociedad y una educación más igualitaria y justa. El gran cambio que trajo y aportó a la sociedad de la época fue mundial dentro del mundo educativo, fue conmemorado por intelectuales y pedagogos de todo el mundo a parte de recibir premios por sus estudios. Recuperar aquella educación pasada fué una manera de poder acercar el valor del aprendizaje a todos.
CAPÍTULO 7
Como yo venía de una familia que no tenía muchos recursos económicos no podía pagarme el chip, pero recuerdo tener en el fondo de mi ser un sentimiento de rechazo hacia este nuevo “avance” tecnológico porque ya por entonces no lo consideré avance. Como consecuencia, fui educándome yo mismo en las artes y diversos ámbitos que me interesaban como la historia de la pedagogía a lo largo de los años, desde la revolución industrial hasta el siglo XXI. Sin embargo, cuanto más investigaba sobre la educación más me daba cuenta del retroceso monumental que había acarreado el MIE en cuanto a la magia del saber por saber y los procesos de experimentación. Cuánto más me documentaba, más anhelaba la escuela presencial, con mis compañeros, mis profesores, el tacto de los materiales, las charlas, los talleres, las ideas…
Se estaba perdiendo una faceta muy importante del ser humano: la socialización y que íbamos encaminados hacia una especie de autismo general. Se había perdido el intercambio entre personas, de ideas y opiniones que son un elemento fundamental para el avance de una sociedad. Se formó una sociedad muy especializada, no dejando lugar a la creatividad.
¡Fue entonces cuando supe lo que quería hacer! ¡Lo que quería hacer y ser ahora que era mayor! Decidí traer de vuelta el poder de la educación, comencé a luchar por un nuevo método educativo pensado por mi mismo, y por los cientos de intelectuales que habían contribuido a mi pensamiento actual. Quise crear una nueva escuela donde se enseñara todo el conocimiento que yo había podido adquirir hasta el momento libremente, volver a aquellos valores que creía que debían ser preservados y los cuales para mi eran más humanos… Debía crear un aprendizaje horizontal otra vez.
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